Consideremos al ruido como algo cotidiano y pensemos que cada uno de nosotros es a la vez un generador ambulante del mismo, entonces se nos hace imposible faltar a la hora de poner nuestra cuota de emisión sonora, involucrados como estamos dentro de nuestras sociedades, cada uno de nosotros forma parte de esta grandiosa orquesta del ruido que forma la humanidad.
Podemos tomar el ruido como uno de los parámetros de expansión del ser humano y dentro de ese parámetro podemos analizar el crecimiento que este ha tenido desde los primeros textos referidos a su cruce con la composición sonora (ejemplo, Russuolo 1914(1)). El avance de las sociedades trae atado contaminación de todo tipo, en nuestro caso la sonora produce unos de los fenómenos mas extraños, ya que el acostumbramiento a los ruidos se ha producido de una manera paralela a su crecimiento. Hombres en ruido, esa sería una denominación correcta para describir el estado actual del ser humano en las ciudades. Donde quiera que nos movamos el ruido cubre cada parte de nuestra vida, es imposible discurrir el día sin ser penetrados y estremecidos por esta potente magnitud sensitiva.
Estamos ante un fenómeno que ha ido creciendo, desde Luiggi Russuolo (1) con su manifiesto a principios del siglo XX, donde él ya planteaba la cantidad de ruidos que habían invadido las costumbre humanas, hasta nuestros días, hemos tenido un incremento que ha pasado todos los valores normales.
En los lugares mas comunes se encuentra una cantidad de esta información para tomar e investigar, cada desecho sonoro se convierte en una pieza única que en soledad o unida a otras, puede derivar en una composición mas compleja. Así tenemos que las ciudades y sus alrededores se han convertido en centros de abundancia sonora, con un interesante muestrario de frecuencias y situaciones que van desde las mas simples manifestaciones aisladas de ruidos a las complejas aglomeraciones de población, máquinas, automóviles, etc.
Yo denomino desecho sonoro a aquellos sonidos que son emitidos y que no se les da importancia por lo cotidiano que resultan. Si nos planteamos que constantemente estamos produciendo estos sonidos y no los tomamos en cuenta por lo rutinario, estamos dejando nuestra huella de ruido por todas partes, y simplemente hacemos caso omiso a esa emisión de energía y la descartamos, como cuando echamos algo a la basura simplemente porque ya no nos sirve o cumplió su ciclo, entonces estamos frente a un simple desecho. El automatismo en nuestras vidas hace que no tengamos parámetro de la cantidad de estos desechos sonoros, y de cómo se fueron incrementando a través del tiempo.
Una cuidad está brindando constantemente cantidad de estos desechos. Es interesante acomodarnos a escuchar, a realizar un relevamiento auditivo y poder decir que estamos frente a dos fenómenos que podemos nombrar para diferenciarlos como “sonidos armónicos” e “inarmónicos”. Dentro de los primeros podemos incluir a los ruidos que son constantes y que forman un colchón que escuchamos a diario en los distintos ámbitos. La riqueza de este colchón, varía según la zona, el ambiente, etc., provocando una variedad cambiante que se puede apreciar con el simple trasladarse de un lugar a otro.
La particularidad de esta supuesta armonía se encuentra en la percepción del ser humano, justamente este acostumbramiento al colchón es el que el individuo escucha cada día. Esto significa que en realidad tendríamos sonidos que a veces no contienen la menor armonía, que dentro del colchón y por fuerza de escucharlos permanentemente, por repetición como dice Michel Foucault (1) fuerza una cierta armonía.
Después tenemos los sonidos que podemos llamar inarmónicos, dentro de estos podemos incluir a todos los ruidos que sobresalen de la primera, por ejemplo, el típico ruido de un martillo neumático, no es algo tan cotidiano, no lo pasamos tan por alto, nos llama de alguna manera la atención. Estos ruidos son considerados molestos sin darnos cuenta que nuestro ambiente cotidiano está constantemente invadido por los anteriores llamados armónicos.
Entonces aquí dejamos en claro que existen diferencias y que percibimos esas diferencias, ambos casos son interesantes al músico que trabaja con la grabación de ruidos.
He tomado nota de la diferencia generacional que podemos notar con respecto a la reacción frente a los ruidos, podemos decir que las personas mayores están acostumbradas a niveles menores de ruido, debido seguramente a l menor contaminación sonora que enfrentaron en su vida, esto resulta interesante como rezago de una sociedad intermedia entre Russuolo y la actualidad. Es importante contemplar las molestias que causan en estas personas el actual nivel de ruido en las ciudades, así podemos situar una diferencia con las generaciones que los sucedieron y realizar la comparación en el orden de cantidad de ruido y el acostumbramiento a este. Podemos medir así el pasado mas silencioso de estas personas, y trazar así una curva ascendente. Esta curva resulta interesante si la comparamos con nos el desarrollo artístico-sonoro. Vivir en medio del ruido es interesante desde este punto, y la cantidad de compositores que surgen en este nuevo medio es mayor y responde a la curva antes mencionada. Aunque cada vez que siento esto de la contaminación sonora, mi mente se divide en dos emociones totalmente ambiguas, la de temer por el incremento de ruido que molesta y termina hiriendo nuestras terminales sonoras y la de apreciar el gran abanico sonoro, tan especial para los que componemos con estas cuestiones.
La ciudad se presta toda a ser monitoreada y reproducida, y lo que el artista hace al utilizar sus elementos de grabación es hacer participar de su obra a cada uno de las personas y circunstancias que lo rodean. A veces se tiene conciencia de el espectro que se cubre con el trabajo de campo, pero en su gran mayoría el tiempo empleado suele darnos muchas sorpresas, apareciendo sonidos que no imaginábamos haber captado.
Así tenemos que miles de personas intervienen en composiciones que no solo no saben que existen, sino que ni si quiera tienen una noción de que exista esta forma de música.
Haciendo analogías con otras facetas del arte podemos decir que la fotografía documental y circunstancial es parecida al concepto que plantea este tipo de composición donde quedan registradas imágenes de gente que jamas sabrá que esta retratada allí.
Podemos decir que la intervención involuntaria es riquísima y se puede convertir no en una música para las masas, sino en una música de las masas.
Tenemos aquí la música mas participativa que se haya escuchado jamás, la cantidad de intervinientes puede variar de solo uno a millones. Estamos frente a un fenómeno curioso, el del compositor a través de un emisor desconocido, mas aun, a una multitud de emisores desconocidos, el hombre instrumento sonoro se nos presenta aquí. Aquí podemos hacer el cruce con el llamado anteriormente desecho sonoro, aquí es donde justamente el individuo aporta esta interesante faceta al servicio del compositor, y este último se complementa documentando esos momentos sonoros para su posterior utilización. La simbiosis es perfecta, aquí tenemos dos extremos interesantes para analizar, el del emisor y el receptor, y en este caso en especial el complemento de ida y vuelta es parcial, pues el artista sonoro tomas las muestras para llevarlas a su estudio, donde se dedicara al posterior proceso y mezcla, para luego editar el material y reproducirlo ante un número determinado de individuos. He aquí el carácter parcial, ya que no se devuelve el sonido a la masa de gente que lo produce.
Entonces podemos decir que la ciudad es en realidad una gran composición sonora, y aquí el receptor y el emisor actúan ya no de forma parcial sino total, la masa de gente emite y recibe a la vez.
Tenemos que pensar en la sociedad como transmisora y receptora a la vez, emite y recibe de una manera automática e inconsciente, los llamados anteriormente desechos sonoros se convierten en un cut and paste constante que es lanzado al aire y recibido por el mismo individuo o masa de individuos, convirtiéndose en compositores eventuales. Entonces socialmente estamos ante un fenómeno realmente global, que escapa a fronteras, idiomas, clases sociales.
Digamos que el compositor sonoro utiliza estos sonidos cotidianos como instrumento, cada ser que participa se convierte entonces en ese instrumento. Y que interesante conclusión podemos sacar al pensar en el desarrollo de esta tendencia dentro de la música llamada ruidismo, y nos hace pensar que la participación masiva se da en estos muchos. En mayor o menor la mayoría de los compositores han grabado grandes aglomeraciones de personas donde los participantes eran solamente un vehículo sonoro, tal vez ninguno de ellos se planteo la cantidad de individuos y cosas que intervenían en su trabajo, y que la participación popular era una constante y que dejaban de lado el intimismo para realizar una composición comunitaria, y puesto que cada individuo participante se convierte en un igual dentro de la composición, podemos hablar de una especie de comunismo en el arte.
Este intimismo que muchos artistas de esta tendencia pretenden, en realidad se ve contaminado por estos conceptos de comunidad sonora, podemos involucrar a una población o parte de ella en nuestra obra, y desde este punto sería interesante plantearnos como se convierte en la mas participativa de la que tengamos memoria en estos tiempos.
La percepción del artista se encuentra condicionada a ser un espía de lo que sucede y decidir sobre lo que las demás personas están brindando desde su expresión sonora. Participa desde este punto en la intimidad cotidiana de las personas y toma parte de ellas para realizar su obra. Esta realidad se convierte en pasos siguientes en una composición concreta, donde el artista decidirá sobre la cantidad y tipo de intervención, desde el proceso de mezcla simplemente superponiendo o uniendo fragmentos de grabaciones hasta el proceso sonoro para una deformación parcial o total de esta información.
El simple ejercicio de abrir una ventana se convierte en mi caso en un disparador para mis composiciones. Sonoramente estoy preso de la avenida que pasa a escaso metros de mi ventana, una de las mas concurridas de Buenos Aires, y en lo que llamamos aquí hora pico, el flujo de automóviles es uno de los mas grandes de la ciudad, ya que es una de las vías de escape hacia el oeste de Buenos Aires, una de las capitales más importantes del mundo.
En estos momentos estoy escuchando la obra Op. 1 (For 9 Strings) de Ryoji Ikeda, y he tenido que abrir la ventana por un simple tema de ventilación, la contaminación sonora es ahora insoportable, pero lleva algunos pasajes de concordancia, si se quiere un poco forzada con la obra antes mencionada.
Lejos de incomodarme el hecho del ruido permanente las 24 horas, acostumbro hacer muestras en distintas partes del día, incluso una de mis obras ha llevado como sello los sonidos que he podido captar un domingo, que es el día mas tranquilo (pero nunca silencioso) de la semana. A partir de esta costumbre de espiar el ruido, he concretado un proyecto que he llamado “exploraciones cotidianas”, y lo que pretende es espiar sonoramente nuestras casas, esos sonidos que pasamos por alto, en mi caso atado a el ruido constante de la calle.
Punto a parte de esta discusión sobre ruido, pero con mucho que ver desde el tema de la contaminación sonora, aquí es donde me planteo si la obra de un artista está verdaderamente terminada o se va remodelando constantemente en la escucha. Si verdaderamente cada sonido que rodea la ejecución en vivo o la escucha por cualquier medio de reproducción pasa a ser parte circunstancial de esta, pasa a enriquecer o molestar la percepción del receptor. En este caso, como en muchos otros para mi, ha sido una grata experiencia, incluso desde mi punto de vista de compositor sonoro
Quisiera hacer un alto para plantear una diferenciación en los sonidos que estoy considerando para este texto. Por un lado tenemos los sonidos naturales que son los que deberíamos escuchar habitualmente sin la intervención humana, simplemente son los sonidos que provoca la naturaleza misma. Por otro lado tenemos el punto que me parece importante dentro de este desarrollo, que es el ruido provocado por el hombre pero de manera externa a lo natural, aunque creo personalmente que también que las ciudades por ejemplo son consecuencia natural del comportamiento humano. Precisamente el comportamiento humano hace que este desarrollo esté acompañado de variables que aumentan o disminuyen, estamos frente a una cuestión de procesamiento de lo cotidiano, este procesamiento lo podemos llamar de distintas maneras, la cuestión es donde uno se encuentra parado en el momento de poner cartel a la cosa, para algunos puede ser progreso para otros retroceso. Pero para no desviarnos demasiado del tema, tenemos que pensar que hasta ahora, el llamado progreso ha traído consigo un aumento de la contaminación sonora, que como digo en otra parte de este texto está tan presente en nosotros que muchas veces lo pasamos por alto, y de no mediar algún hecho fuera de lo cotidiano que nos moleste o llame la atención, pasa desapercibida.
martes, 8 de junio de 2010
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